domingo, 10 de junio de 2012

DE PALOMAS Y LECHUZAS.





Acabo de encontrar esta foto que tomé el mes pasado cuando estaba en un hotel en Mar del Plata y recordé por qué la había tomado. Salí del ascensor, entré en la habitación, y siguiendo con mis costumbres habituales, ya que el encierro me produce ciertas molestias, abrí el ventanal.  Preparé la ducha y mientras buscaba mis cosas escuché un arrullo que provenía de la ventana.  Yo, que tengo muy poco campo en mi haber, corrí la cortina convencida que el sonido significaba que había una lechuza.
A pesar de mi madre, o probablemente debido a eso, que sostenía y sigue haciéndolo, que las lechuzas son pájaros de mal agüero y cada tanto, hasta aventura un “¡bicho asqueroso!”, yo amo a las lechuzas, y las pocas veces que he visto alguna lo he tomado como signo de buena fortuna.  El caso es que me asomé a la ventana feliz, sin siquiera preguntarme qué corno podía hacer una lechuza durante el día en pleno centro de Mar del Plata y lo que vi, para mi profunda decepción, fue  esta gorda paloma que insistía con sus gritos. 
No soporto a estos plumíferos.  Estos pájaros malsanos, dañinos y sucios, te “cagan”, literalmente.  No hay sinónimo posible para ello.  Es más, eso de que cuando una paloma te caga es augurio de buena suerte, es pura y absolutamente una mentira.  Cómo puede ser que el asqueroso adorno que te dejan en la ropa o en el pelo traiga fortuna.  Creo que lo debe haber inventado la misma persona que inventó aquello de “pisar mierda trae buena suerte”.  La suerte existe, si uno tiene tiempo de ir a cambiarse, si no tiene que estar todo el día arrastrando “eso”.  No le encuentro la buena fortuna .
Por otro lado, las lechuzas, son hermosas, diferentes a otras aves, tienen bonitos ojos grandes, pueden girar sus cabezas, mantienen el equilibrio ecológico y además no cagan a nadie ni a nada.
Durante mi estadía en el hotel, tuve que tolerar el ventanal sucio, ese sonido permanente y además de todo, una mañana muy temprano cuando abrí, no conforme la gorda paloma con molestarme con su presencia, llegó acompañada por otra.  Ambas me miraban y gritaban. Las amenacé con tirarles un libro, aunque desde el segundo piso, un libro iba a ser una pérdida demasiado importante y las palomas no tienen tanto valor, aunque las odie.
Decidí cerrar la ventana e irme, quedaba en claro quiénes eran las dueñas del lugar.
Sigo con la esperanza de cruzarme una lechuza próximamente.  Cuando ese momento llegue, voy a estar segura de tener por delante una jornada con mucha suerte.


Liliana Machicote.

No hay comentarios:

Publicar un comentario