viernes, 1 de junio de 2012

SUBJETIVIDAD.

Por alguna razón me quedé pensando en que yo no podría dedicarme a la crítica literaria. No tengo las armas intelectuales para hacerlo, en mis columnas hablo de libros, sencillamente eso.  Me gusta pensar que “convido” a otras personas con historias, relatos, cuentos, que me han llamado la atención por algo.  No considero tener la capacidad para observar “esto es bueno, esto no…”.
Hace poco, en el Azabache, en Mar del Plata, hubo una mesa de debate entre escritores donde escuché a Federico Andahazi, que creó, en sus primeras palabras hacia el público, un relato, que bien podría haber sido el comienzo de una novela negra, referida a la supuesta muerte de un escritor y la presencia de un crítico literario como sospechoso del crimen.  Minutos después, aclarada  la situación (una especie de microficción), seriamente, dijo algo así: “Si en el marco de un festival como este, apareciera uno de nosotros asesinado, inmediatamente pensaríamos en un crítico, porque en definitiva quienes asesinan a un escritor son los críticos, pues pueden asesinar su obra”.
Una historia que a mí me emocionó, me dio placer, me alegró una tarde, me arrancó una lágrima o una sonrisa, puede ser que a otro lector no le provoque lo mismo.  O viceversa.
No soy capaz de plantarme a pontificar sobre los valores de una obra literaria.  Puedo si, hacer una reseña, hablar sobre la forma que tuvo el autor de contar el cuento.  Pero no más que eso.
Tengo por costumbre tomar notas y “marcar” libros, subrayar, escribir palabras en los márgenes.  Es casi un acto reflejo, siempre leo con un lápiz o una lapicera en la mano.  Y acabo de descubrir que lo que marco habla de mí; una amiga a la que le presté unos libros me lo hizo notar.  En el momento en que leía ese libro, señalé una frase o una palabra que me gustó, me conmovió o quizás todo lo contrario.
Por eso y muchas cosas más (como decía una vieja canción), no podría ser crítica literaria.
Leo mucho, de todo, me sorprendo descubriendo aquellos autores desconocidos que han escrito obras que a mí me parecen maravillosas y sin embargo, me cuesta encontrar otros lectores que los conozcan.
Las historias me gustan o no, me identifico o no, me conmueven o no.  Todos los trabajos literarios tienen para mí su mérito.  Aunque no sean de mi total agrado, un escritor pensó una idea, la desarrolló, la volcó a un papel, y la expuso.  Sólo por eso ya es meritorio. 
Lo demás es subjetivo.

Liliana Machicote

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