lunes, 2 de julio de 2012

EL LOCO DEL FESTIVAL

Había escuchado la versión, casi como mito urbano, que cuenta que en todo festival, feria, congreso, etc, donde participe el público,  hay un loco.  Esto es, un personaje conocedor del tema a tratar en las actividades pertinentes (pueden ser literarias, médicas, políticas o de actuación)  que asiste a todas las charlas y debates e interrumpe permanentemente a los oradores con planteos y digresiones.  Siempre, eso si, con un basamento lógico en su interrupción.
Cuando estuve en junio en el BAN! Festival de novela negra en Buenos Aires, asistí a una mesa donde exponían dos forenses, uno de ellos también escritor, acompañados por un periodista del género que oficiaba de moderador.  Al comenzar las preguntas de los asistentes, ingresó un señor con un maletín y se sentó en la primera fila.  Levantó la mano para hacer una pregunta, le alcanzaron un micrófono e hizo una consulta acerca de cuánto tiempo podía estar un cuerpo en una morgue sin descomponerse.  Evacuada la duda por los especialistas, comenzó a relatar, no sin antes pedir disculpas por su llegada tarde a la charla, una larga historia acerca de que su madre había sido asesinada en Miami por una ex pareja con altos contactos en la política y que esas mismas relaciones, incluso en la Cancillería argentina, eran las que no permitían que pudiera repatriar los restos de su madre.  A todo esto, continuó con un largo relato, mientras los expositores miraban azorados, sin saber si intervenir o no, donde el personaje en cuestión indicaba que como no había podido resolver su tema con la ayuda de la justicia, se acercaba a este festival donde escritores de novelas policiales se reunían porque necesitaba que la ficción, en este caso, fuera quien tomara su caso y lo resolviera.
Los organizadores del BAN! le pidieron entonces, con la excusa de la falta de tiempo, pues la charla debía concluir, que esperara la finalización de la misma y que lo invitaban a exponer su caso en otro debate, por ejemplo, en uno en el que se hablara de crímenes no resueltos en el marco de la ficción.
Se despidieron los forenses y me quedé esperando a un amigo que justamente, era uno de los expositores, para saludarlo, mientras observaba como mi amigo era interceptado por el señor que le mostraba unos papeles y continuaba con su relato.
Después no supe qué suerte corrió, si pudo o no participar en el festival y si consiguió que algún escritor tomara nota de su problema y a partir de allí resolviese la cuestión.
Salí del Centro Cultural San Martín, donde se desarrollaba la charla, pensando a quién me hacía acordar esa persona.

Unos días después, buscando unos datos en los apuntes que había tomado en Mar del Plata en mayo, encontré una anotación que sólo decía: “el loco del festival”.  Ahí recordé de qué se trataba y a quién me recordaba la persona que había irrumpido en el BAN.  En Mar del Plata, un mes antes, asistí a un festival de novela negra y policial durante el transcurso de cuatro días.  Escritores argentinos y extranjeros se reunieron en esa ciudad, participando de diferentes actividades, mesas redondas y presentaciones de libros.
En todas las que yo participé, un hombre, de características físicas muy similares al que ví un mes después en el otro encuentro, se encontraba presente y también tenía por costumbre llegar promediando las charlas y cuando estaban finalizando o cuando se daba paso a las preguntas de los presentes, comenzaba largas disertaciones, siempre con mucho respeto, y hablaba con mucho conocimiento de la literatura en general, reflexionaba sobre escritores y hasta incluso realizó comentarios con tinte político.  En las primeras ocasiones se lo escuchaba y como mucho se le planteaba que concretara su pregunta o redondeara su alocución.
Con el correr de las mesas y los días, ya todos, escritores, organizadores y público, sabíamos y casi esperábamos la participación de este señor, que siempre estaba solo, no hablaba con nadie, y su aspecto, si bien prolijo, denotaba que su vestimenta había pasado ya unas largas temporadas sin recambio.  Era tan particular, que entre las personas del público le llamábamos “el loco”.
Una noche, la última del festival, se dio por finalizada la última charla y mientras esperábamos el brindis final y un pequeño espectáculo de tango a cargo de uno de los escritores, me acerqué a una de las salidas del salón para responder un llamado telefónico.  Detrás de mí estaba este hombre, noté su presencia cuando se adelantó para abrirme la puerta.  Agradecí su gesto y dejando de lado el llamado que debía atender, lo seguí con la mirada mientras se alejaba.  Estábamos situados en la Plaza del agua, un parque con fuentes y senderitos de piedra por donde caminar.  Lo observé irse por el césped de la plaza, húmedo ya por el rocío debido al horario.  Caminaba rápido y al momento de pasar al lado de la fuente donde chorros de agua se iluminaban con las luces de la calle, de pronto, y estoy segura de no haber quitado nunca la vista de él, desapareció, literalmente.
Lo perdí, corrí hacia el otro lado de la plaza para ver hacia donde se dirigía.  No hubo manera. No lo volví a ver.
Mientras viajaba de regreso, imaginé una historia acerca de su vida. Y recordé el relato del loco que se aparece en todos los festivales.  Un mes después lo reviví en otro festival.

Ahora sé que el mito de “el loco del festival”, tiene mucho de realidad, pero también mucho de fantasía.

Liliana Machicote

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