sábado, 19 de mayo de 2012

Los sueños de Ana
(Final)

Liliana Machicote

Al día siguiente tocó el turno de los testigos que la fiscalía había citado.  Dos efectivos de la policia federal, que fueron quienes intervinieron una vez que un adolescente, a la sazón, hijo de la víctima, los había llamado al número de la central de emergencias.  Refirieron los oficiales que encontraron al hijo de la víctima muy serio frente a la casilla, rodeado de curiosos, pero sin dejar que nadie ingresara a la vivienda.
Que una vez dentro de la misma, encontraron el cadáver de Gomez y un cuchillo ensangrentado a su lado.  Unos metros más allá, ubicaron dos camas compartidas por varios menores, cuatro indican, y una mujer sentada en el piso con la cabeza apoyada en una de las camas. Que el adolescente les realizó una seña con la cabeza, indicación que tomaron como una acusación y habiendo tomado con los pertinentes cuidados el cuchillo encontrado en la morada para ser enviado a peritar,  llamaron a la oficina de trabajo social de capital federal y una vez realizado el mencionado trámite procedieron a la detención de la ciudadana Ana Suarez.
El fiscal le preguntó al primero de los policías si la acusada se había resistido a la detención y que asimismo dijera si le constaba que la misma se había comportado de forma violenta. El oficial contestó que la señora simplemente había besado a cada uno de sus hijos y que en forma alguna, tenía el aspecto de una persona agresiva.  El segundo oficial agregó a la misma cuestión, que la acusada parecía una persona muy tranquila y que las pocas veces que había respondido a algunas de sus preguntas, lo había hecho en forma correcta y con mucha delicadeza.
El abogado defensor descartaría entonces la posibilidad de preguntar a los oficiales de la policía, dando lugar el tribunal a que subieran al estrado los peritos psicológicos.
Ana trató de preguntarles a aquellas personas que la acompañaban de qué estaban hablando, que ella sólo deseaba volver a su casa con su familia, a lo que la abogada que acompañaba al defensor le hizo una seña para silenciarla y darle a entender que después le explicaría.
Pudo ver en ese momento a una de esas señoras que venían por las tardes a charlar con ella a aquel lugar donde se encontraba ahora alojada.  La Dra. Ramos, psiquiatra, comenzó a responder las preguntas que le hacía el fiscal. Escuetamente respondió una a una las primeras preguntas que se le hicieron:
FISCAL:  “Es uno de los casos más raros de asesinato que ha acontecido últimamente en el país, esta mujer estuvo, según su criterio, esperando la oportunidad para asesinar a su esposo?”
DRA.  RAMOS: “No, no lo creo en absoluto”
FISCAL: “¿No considera usted que debido a la saña con la actuó su acción fue premeditada?”
DRA. RAMOS: “ En modo alguno podría sostener que la acusada actuara con premeditación”
FISCAL: “Y cómo explica usted el ensañamiento?”
DRA. RAMOS: “Eso es explicable desde el punto de vista del hartazgo de esta mujer hacia el maltrato al que ha sido sometida y…”
FISCAL: “Ninguno de los testigos ha hablado aquí de maltrato…”
DRA. RAMOS: “Es verdad, este tipo de violencia intrafamiliar al que la acusada fue sometida difícilmente tenga testigos”.

El fiscal desiste de seguir preguntando, por lo que el tribunal indica que sea el defensor el que continúe.

DEFENSOR: “Dra. Ramos, ya nos ha dicho que cree que la acusada es incapaz de actuar con premeditación, ¿verdad?”
DRA. RAMOS:  “No lo podría sostener”.
DEFENSOR:  “¿Podría decirle a este tribunal qué cree usted qué sucedió?”
DRA. RAMOS: “De acuerdo a lo conversado en las sesiones que este tribunal me ordenara tener con la acusada, podría decir, casi sin temor a equivocarme que Ana Suarez no alcanza a comprender lo sucedido el día del hecho. Sólo recuerda dormir junto a sus hijos y que fue despertada por personas desconocidas que la tomaron de los brazos, la subieron a un auto, y la condujeron a una dependencia policial”.
DEFENSOR:” Pero doctora, reitero mi pregunta, ¿qué cree usted que sucedió?”
DRA. RAMOS: “Los elementos que he recabado en mis conversaciones con la sra. Suarez no me permiten explicar que fue lo sucedido, simplemente me limito a observar. Por lo hablado con la acusada, he observado que me habla con mucho amor de sus hijos, relata las comodidades de su casa y las bondades de su esposo, a quien llama ´el príncipe´”.
DEFENSOR: “Entonces, ¿por qué mencionó usted en su relato hacia el fiscal, la posibilidad de violencia intrafamiliar a la que Ana se encontraría sometida?”.
DRA. RAMOS: “Claramente, no es mi especialidad, pero algunos estudios neurológicos realizados podrían indicar que algunas personas, en este caso la señora Suarez, encontrándose sometidas a enormes presiones y maltratos de parte de las personas que más aman, decidirían inconscientemente, crearse una realidad que se podría llamar paralela, donde todo lo que realmente sucede no existe y ellas viven en otra realidad, sin dejar de realizar sus actos más cotidianos, pero siempre dentro de esa realidad que su mente creó”.
DEFENSOR: “¿Pero por qué debería la acusada haberse creado esta realidad paralela?”
DRA. RAMOS: “Como le dije al principio, no es mi especialidad, de todos modos creo, habiendo conversado varias veces con la acusada y no habiendo ella demostrado ningún tipo de remordimiento por lo hecho, pero a la vez no habiendo encontrado en ella el menor rastro de maldad, creo suponer que no tiene real dimensión de lo sucedido. Todo el tiempo me ha preguntado por sus hijos y su esposo, pidiendo volver con ellos”.
El defensor decidió no hacer más preguntas.
Así transcurrieron los siguientes días en la sala del juzgado. Ana seguía mirando a todas aquellas personas que por allí pasaban y hablaban de una mujer que había asesinado a su esposo.
Ana no comprendía, pero se compadecía de aquella mujer que había llegado a tal extremo, se preguntaba así misma, sin obtener respuesta alguna, qué podía ser lo que habría ocurrido con aquella persona, y a aquella familia. 
Continuaba extrañando mucho a sus hijos y a su príncipe.  Preguntaba constantemente por ellos y nadie le daba explicaciones que la conformaran.
Cuatro días después vinieron nuevamente a buscarla aquellas señoras amables que la llevaban a la sala diariamente, donde Ana había granjeado simpatías de parte de los custodios y oficiales que allí trabajaban, siempre educada, y con una tímida sonrisa saludaba a cada uno de ellos. Hasta con las señoras que se ocupaban del mantenimiento del lugar había estado alguna tarde, mientras esperaba la orden para entrar, hablando acerca de sus hijos y les preguntó, incluso, por los hijos de estas empleadas.
Aquel día entonces, después que todos tomaron asiento en el lugar, el secretario del juzgado procedió a leer una gran cantidad de páginas que tenía en su mano.  Ana escuchó que la nombraban y también mencionaban el nombre del príncipe y comenzó a prestar especial atención.
“…dicho esto, según los peritos actuantes en este caso… cabe destacar que la aquí acusada Ana Suarez ha creado una realidad paralela… siendo así la manera que su psiquis encontró de mantenerse fuera de una realidad que le es esquiva…”
Continuaba leyendo: ”…era permanentemente golpeada por el occiso Gomez… en una habitación construída con unas chapas y algunas maderas, donde permanentemente el frío y el agua hacen que el mismo sea un lugar inhabitable…”
“el día de los hechos...el occiso, agredió a los niños en forma brutal… la señora Suarez tomó un cuchillo que se encontraba en la parte de la habitación que se utilizaba para cocinar… atestó tres puñaladas, siendo la primera de ellas mortal…”
“…conviniendo los jueces intervinientes declarar inimputable…
…Por lo tanto, este tribunal dictamina que dado el estado mental de la señora Ana Suarez será atendida para su mejor contención y tratamiento en un hospital neuropsiquiátrico…
Las mismas personas que habían acompañado a Ana durante todo este tiempo, ocupándose de sus traslados, la acompañaron a la salida de la sala, y ayudaron a subir a un móvil policial en el que fue llevada a un edificio grande, pintado de blanco, con grandes habitaciones y parque.
Se encontraban muchas mujeres que Ana veía que hablaban solas, otras eran ayudadas a caminar.  Se escuchaban gritos a lo lejos.
Fue conducida a un pabellón con otras mujeres.
Se encontraba diariamente con una de las profesionales que había visto durante el período que había durado el juicio.  Ana la apreciaba y se sentía cómoda con ella y con las demás mujeres del lugar. 
A todas ellas les contaba lo bonita que era su casa y lo maravillosa que era su familia.
Un día le anunciaron que tenía visitas, se iluminó su cara y siguió apresuradamente a la enfermera. 
Cuando llegó a la salita de visitas se encontró con su hijo, el mayor, aquel que le hizo frente a su padre el día que cambiaría el destino de todos.
Se abrazaron, quedaron en silencio unos minutos y ella comenzó a preguntarle por sus hermanos, a lo que el joven respondía que estaban bien, que estaban bien cuidados y que pronto los volvería a ver, cuando se sintiera mejor.  Unas lágrimas corrían por las mejillas de Ana pensando en la posibilidad de estar junto a sus niños. Trató de recomponerse y preguntó entonces por el príncipe, su esposo.  Una sombra apareció en la cara de su hijo. Un silencio que duró instantes y pareció eterno. Su hijo respondió: “Está bien donde está…”
Ana dudó, lo miró fijamente y le dijo: “¿alguna vez te conté la historia de la princesa que dejó el reino de sus padres para formar su propio reino con un príncipe de ojos azules?...”

Y Ana volvió a ser feliz.





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