domingo, 25 de marzo de 2012

Crónica imposible.
 
Liliana Machicote
 
La violencia, me paraliza.  En todas sus formas. No puedo, creo, responder a gestos de maltrato físico. Me cuesta mucho escuchar agresiones. No soporto cuando son dirigidas a mí.  Me desmorono.  Puedo ser fuerte para enfrentar todo tipo de situaciones, pero no cuando hay abuso de por medio.  Siempre me he sentido sumamente afectada por los casos de violencia intrafamiliar.  Quizás sea porque durante muchos años no se podía hablar de esos temas.  Lo que tambien nos convertía en víctimas.
Hace poco escribí una historia donde golpes, gritos, humillación y desamor fueron una constante.  Dolió como si estuviera relatando parte de mi vida.  Así me había compenetrado en lo que yo misma había escrito.  Lo sentí en el cuerpo.  Me pesó hasta varios días después de haberlo terminado.
 
Todos nos conmocionamos con el asesinato de un chico de seis años a manos de su madre.  Es inadmisible, incomprensible, sólo pensar en cómo alguien pudo haber terminado con su propia sangre, su descendencia, vedar la posibilidad de trascendencia, de continuidad biológica.  Es sumamente difícil escribir sobre este tema.  Me han pedido que realice una crónica de lo sucedido. 
 
No puedo hacerlo.
 
Me declaro absolutamente incompetente para ello.  No hay explicaciones psiquiátricas que me permitan elaborar unas líneas sobre el tema.
 
Sólo puedo compartir aquí una nota firmada por Martín Kohan en el diario "Perfil" de hoy.  Quizás me/nos ayude a reflexionar.
 

horror en el country

Un tema casi tabú

Por Martín Kohan
 

Ahogar al propio hijo en aguas de bañera está mal, muy mal, es el horror, es lo monstruoso, es impensable, insoportable, pasa los límites, nos deja mudos.
Pero tirar del pelo al propio hijo hasta hacerlo gemir, aunque no está tan mal, también está mal.
Y pellizcar al propio hijo en brazos o piernas hasta hacerlo llorar no está tan mal, pero también está mal.
Pegarle un bife o bofetada al propio hijo, para hacerlo por ejemplo callar, no está tan mal, pero también está mal.
Surtirle un mamporro en nuca o en espalda para que haga caso o para que se calme o para que entienda de una vez por todas, no está tan mal, pero también está mal.
Patearle los tobillos para ponerlo un poquito en caja no está tan mal, pero también está mal.
La agresión hacia los chicos por parte de sus propias madres es un aspecto no tan comentado, más bien acallado, acaso tabú, cuando se habla de violencia doméstica o de maltrato familiar. Los chicos no pueden por sí solos pedir una entrevista a un psicólogo para ir a hablar de lo que les pasa y que alguien los ayude con eso. Los chicos no pueden por sí solos dirigir sus pasos a la comisaría más cercana. Y a veces no saben, a veces no les avisan, que nadie pero nadie tiene ningún derecho a pegarles; tampoco mamá.“A mí me va a doler más que a vos”, se suele decir en esos casos. Pero es mentira.

No hay comentarios:

Publicar un comentario