miércoles, 7 de marzo de 2012

LA QUERIDA DE MANUEL BELGRANO

Liliana Machicote.
 
 
A días de haberse cumplido el bicentenario de la creación de la bandera nacional y de haber recordado a su creador en diferentes conmemoraciones, me gustó rescatar la figura del General Belgrano desde otro lugar.  Quizás el menos conocido, pero que tiene, de hecho, mucho que ver con la personalidad del creador de la insignia .  La vida personal de nuestros próceres, creo, marcan, de una manera u otra, aquellos actos que derivaron en la formación de nuestra patria.  Es por ello, que comparto este relato acerca de aquella mujer, "la querida".
 
 
Las historias de amor son atrayentes, y más aún cuando se trata de figuras que han marcado a fuego el camino de nuestra nación, porque precisamente son el amor, la pasión y la desventura los que acercan a estos personajes y los vuelve más humanos.
Tal es el caso de Manuel Belgrano, quien durante muchos años de su vida, incluso hasta el día de su muerte, sufrió las penurias de un amor que no pudo concretar su unión eterna, a través de los preceptos religiosos.
Corría el año 1812 y Belgrano viajó a Tucumán, al mando de su Ejército del Norte. Allí conoció a una jovencita de 15 años llamada María de los Dolores Helguero Liendo, y el creador de la bandera argentina, con sus 42 años cumplidos, se enamoró perdidamente de aquella muchacha.
A los pocos meses, Belgrano debió partir hacia otros destinos militares, dejando definitivamente su corazón con María de los Dolores. Pero poco después conoció a María Josefa Ezcurra, cuñada de Juan Manuel de Rosas, que había sido recientemente abandonada por su primo español, Juan Esteban Ezcurra, al enterarse de que la joven estaba embarazada.
En 1813 nació Pedro Pablo Rosas Belgrano, y entonces el creador de nuestra enseña patria no dudó en ofrecerle su apellido al niño y criarlo como propio.
No pasó mucho tiempo para que la salud de Belgrano comenzara a demostrar la debilidad y fragilidad de su organismo, y las enfermedades comenzaron a plagar su vida perjudicando incluso su ánimo y su espíritu.
A pesar de sus malestares, Belgrano decidió volver a Tucumán, donde se reencontró con su amada Dolores y descubrió que las pasiones continuaban intactas. Belgrano quería casarse y la jovencita ya se había convertido en una mujer de 19 años. Sin embargo, el padre de la muchacha se opuso a la unión.
En 1819 nació Manuela Mónica, por lo que Belgrano abandonó Tucumán y por mucho tiempo no regresó. Fue en ese momento que Dolores fue obligada por sus padres a casarse con un joven catamarqueño apellidado Rivas.
Pocos meses antes de morir, Manuel Belgrano decidió volver a Tucumán junto a su hija Manuela, con el fin de reencontrarse con su gran amor, pero el destino y las convenciones sociales de la época hicieron imposible la reunión.
En el libro “Manuela Belgrano, la hija del general” de Isaias Garcia Enciso, se destacan facetas íntimas que permiten completar la imagen histórica de la personalidad de Belgrano y comprenderlo como ser humano, capaz de enamorarse y alegrar sus días con presencias femeninas que la historiografía canónica apenas sugería. Este es un libro en el que podemos completar los aspectos menos conocidos de la vida afectiva de Belgrano y descubrir la historia de vida de su única hija mujer. También revelar el destino de sus descendientes y la preocupación de su familia por dar a éstos el entorno social y la jerarquía que merecían.

Pese a que en su testamento el general Manuel Belgrano no reconoció descendencia, tras su muerte se conocieron dos vástagos de su sangre: Pedro Pablo, hijo de María Josefa Ezcurra, y Manuela Mónica, fruto de la relación del procer con María Dolores Helguero, sobre la que escribe Isaías García Enciso en el libro mencionado.
 El general Manuel Belgrano manifestó en su testamento que no tenia ascendientes ni descendientes. Sin embargo, dejaba en este mundo dos criaturas: Pedro Pablo y Manuela Mónica, de cuyas vidas estuvo permanentemente informado. Los niños tenían, a la fecha de la muerte del padre, casi siete años el mayor y poco más de un año la menor. Mucho se ha escrito sobre la actuación pública de Manuel Belgrano pero sobre su vida privada siempre ha pesado un velo de reticencia e informaciones fragmentarias. Deberíamos destacar facetas íntimas que permitieran completar la imagen histórica de la personalidad de Belgrano. Sería una contribución seria e importante que da respuesta a la pregunta de por qué este ocultamiento en un documento testamentario. Podríamos tener una mejor comprensión de Manuel Belgrano, ese personaje admirable que fue, en lo personal, mucho mas feliz cuando era un funcionario colonial que cuando actuó como militar. Pero que desempeñó cada uno de sus roles con disciplina y rigor, y cuyo ejemplar estimula nuestra idea de la patria.

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