sábado, 31 de marzo de 2012

2 DE ABRIL


Liliana Machicote


Qué textos utilizar para conmemorar los 30 años de la guerra de Malvinas?

Complicada decisión, cómo escribir sobre algo que forma parte ya de nuestra historia pero que a la vez se encuentra tan enraizado entre nosotros. 
Fue hace tan poco... las heridas aún se encuentran abiertas, se escucha permanentemente.  Ya se estudia en los libros de historia, pero los recuerdos aún están frescos.

No era tan chica cuando fue el conflicto, pero no lo suficientemente grande para comprender.
Las dudas acerca de qué escribir las tuve toda la semana.  Pensaba en recordar a un par de amigos que estuvieron en la guerra y volvieron... y con el tiempo, bastante largo en un caso, siguieron sus vidas.  Pero no olvidan y están orgullosos de ser veteranos.

Por esos misterios de la vida y de la literatura, que son uno a veces, recordé las palabras que Borges le había dicho a un periodista en 1983: "Absurda", definía él a la guerra. "Estoy triste, muy triste. Mandaron a esos pobres muchachos de veinte años a morir al sur.  Tener veinte años y pelear contra soldados veteranos es algo atroz, inconcebible. Solamente en el crucero General Belgrano murieron cientos. Claro que los militares dirán que al lado de los desaparecidos esa cifra no es nada, pero no creo que les convenga ese argumento. No, no les va a convenir..."
Decidí entonces que en vez de continuar con mis dilaciones lo mejor era dejar que alguien como Borges acompañara esta entrada en conmemoración a los soldados de Malvinas.


JUAN LÓPEZ Y JOHN WARD

Les tocó en suerte una época extraña.
El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras.
López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.
El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en una aula de la calle Viamonte.
Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.
Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.
El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.
Jorge Luis Borges (1985)

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